Mesa 8: Pensar al otro / pensar la nación

Ideas predominantes de ferrocarril, desierto y nación y su operatividad simbólica dentro del proyecto civilizatorio.

  • Anibal Tulio Serafini
Resumen

Este trabajo propone una reflexión relacionada con el escenario simbólico general que constituía el mito político civilizatorio del período 1860-1880. Las preguntas que atraviesan surgen de pensar ciertas nociones preeminentes en los argumentos políticos de la época. ¿Qué representaba la noción de desierto en el imaginario social y político de la época? ¿Cómo se desplegaba la idea de nación en relación con el proyecto de país? ¿Cómo se acopló argentina a la simbología mundial del ferrocarril? ¿Cómo era caracterizado? ¿Cómo operaban estas nociones dentro de las reflexiones, debates y políticas públicas? La fascinación por lo que la técnica, la industria y la innovación tecnológica generaba en los países que ya habían plasmado su revolución industrial se formulaba en los discursos de intelectuales y políticos y, particularmente, el ferrocarril parecía simbolizar el factor más poderoso para la interconexión de un país que se describía desolado y desértico y, también, se presentaba como agente de desarrollo material al conectar la riqueza agropecuaria del país con las naciones extranjeras.
Pero, posiblemente, los argumentos no terminaban aquí y permitían más interpretaciones y caracterizaciones que aportaban nuevos sentidos a la construcción de una noción de ferrocarril ahora relacionada con la función simbólica del concepto de desierto. Ambos conceptos se imbricaban conformado un nuevo sentido y una nueva operatividad. Por un lado, la relación se planteaba en tanto lógica de problema/solución, donde el conflicto despertado por el desierto, en tanto distancia, vacío y extensión, podía ser resuelto casi exclusivamente por el ferrocarril como agente técnico que devoraba las distancias, ocupaba el vacío al transportar y distribuir mercancías y personas y como vehículo veloz que, atravesando la extensión de territorio, eliminaba los límites intrínsecos del desierto potenciando las relaciones políticas, económicas y culturales. Por otro lado, esta articulación “desierto/ferrocarril” podía pensarse en un sentido de inmensidad vacía que necesitaba resolverse rápidamente. Este espacio descripto como inconmensurable e improductivo en la época debía ser invadido por la civilización y requería de toda la potencia transformadora que la tecnología del ferrocarril podía desplegar en su capacidad de interconexión e intercambio de sujetos y territorios. Si se quería ingresar en el veloz devenir civilizatorio el ferrocarril era el instrumento adecuado. Consecuentemente, también se ingresaba a un sentido más potente que se expresaba en la dicotomía “velocidad versus quietud”. Si el progreso debía devenir rápido ante la oportunidad única que se daba en ese momento histórico para desarrollar el país, el ferrocarril se presentaba como símbolo de la velocidad en el traslado de la civilización al “desierto” y si la quietud representaba el atraso y la barbarie, el ferrocarril rompía esa quietud con su movilidad y ritualidad plena de subjetividades progresistas.
Al componerse una noción sobre el desierto y una caracterización de la misma que intentaba construir una imagen discursiva de vacío a llenar, dominar y conquistar, el ferrocarril se complementaba con esta al conceptualizarse en tanto agente eficiente, dinámico y veloz que se posicionó como garante de resolución al problema del vacío y como instrumento de conquista y dominación del espacio. Así, este articulado conceptual operó eficientemente estructurando un sentido que se volvería preeminente en las argumentaciones que buscaban consolidar el rumbo elegido en la conformación del desarrollo material, el orden político, la organización social y el progreso moral de la Argentina. Este rumbo planteaba la implementación de un proyecto civilizatorio integral que conceptualizaba la barbarie como algo superado, aunque latente y no resuelto en su totalidad. Es por eso que las políticas públicas, como la construcción de líneas férreas, simbolizaban no solo programas de extensión del progreso, entendido en parte como la creación de nuevas subjetividades a través del desarrollo material, sino también la creación de espacios simbólicos donde se generaban proyectos de transformación de los aspectos cotidianos de la vida de los argentinos asociados al sentido preeminente que aportaba el proyecto civilizatorio en general.