Mesa 47: La significación de los cuerpos. Modos del cuerpo: prácticas, discursos y saberes

Modos del cuerpo colectivo en la transmisión de memorias

  • Valeria Ruella Cáceres (Instituto de Formación Docente de Paysandú. ANEP-CFE, Uruguay. [Administración Nacional de Educación Pública-Consejo de Educación en Educación]
Resumen

En el presente trabajo intentaré poner en diálogo una performance realizada en mayo de 2020 en la ciudad de Paysandú, Uruguay, con ideas y reflexiones a propósito de la potencia de transmisión de la memoria que el cuerpo colectivo tiene y sus implicancias en la construcción de las memorias feministas.

Cada 20 de mayo desde 1996, en Uruguay se realiza la Marcha del Silencio que es convocada por Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos, es una manifestación que se realiza en el espacio público en diferentes ciudades del territorio nacional con el objetivo de reclamar por memoria, verdad, justicia y nunca más terrorismo de Estado. La fecha, 20 de mayo, hace alusión a los asesinatos de Zelmar Michelini (senador del Frente Amplio), Héctor Gutiérrez Ruíz (Diputado del Partido Nacional), Rosario Barredo y William Whitelaw en Buenos Aires en 1976 y cuyo esclarecimiento no está resuelto aún.

Cada año, la convocatoria tiene diferentes consignas que implican prácticas contra el olvido de lo sucedido durante la última dictadura cívico militar en Uruguay (1973-1985) y en el Cono Sur, porque fue un plan sistemático de alianzas entre cúpulas militares y sectores de la sociedad civil con objetivos claros de eliminación del pensamiento disidente.

La dictadura cívico militar desplegó prácticas sistemáticas de la muerte, el horror, la tortura, exilio e insilio y la desaparición forzada de aquellos cuerpos considerados subversivos y disidentes del nuevo ser oriental. Un régimen que se abrogaba el derecho de gestionar y administrar la muerte; de matar y desaparecer personas y confinarlas a la zona del no ser justificando su accionar con el pretexto de presentarlas ante la sociedad en tanto enemigo a aniquilar para preservar la salud social y restablecer un aparente orden social.

Las mujeres jóvenes, militantes del campo popular que en aquellos años comenzaban a disputar el espacio de participación política y que interpelaban los roles y relaciones de géneros, sufrieron particularmente la violencia del terrorismo de Estado; sus cuerpos fueron objeto de una violencia particular, signada por el abuso y las violaciones sexuales y la humillación. La dictadura militar fue un proyecto político antifeminista. Esta forma particular de violencia hacia las mujeres es una marca distintiva de la necropolítica, pero ha estado invisibilizada porque la voz protagónica del horror vivido durante el régimen dictatorial, ha sido un discurso desde las voces de los varones.

Recuperar las narrativas de las experiencias vividas por las mujeres y disidencias es un acto político que se inscribe en el campo político de construcción y reconfiguración de las memorias. Visibilizar y denunciar la violencia específica ejercida sobre los cuerpos de las mujeres y disidencias es también una práctica de profanación del olvido y del silenciamiento.

En tal sentido con un grupo de compañeras feministas de Paysandú que nos autoproclamamos Resaka Pandémika, nos propusimos para el 20 de mayo de
2020 hacer una performance para resignificar la memoria y hacer presentes a aquellos cuerpos ausentes por el terrorismo de Estado.
La marcha del silencio del 2020, estuvo marcada por la situación sanitaria que limitaba el habitar las calles, el disponer los cuerpos en cercanía y a los encuentros. Pero eso no anuló nuestro deseo de salir al espacio público, de interrumpir ese estado de quietud y distanciamiento físico y resignificar el silencio.
Porque no queremos callarnos más, porque las vidas y las muertes de aquellas mujeres no pueden ser silenciadas. Y eso es un legado intergeneracional de transmisión para tejer memorias feministas.

Creamos una narrativa con nuestros cuerpos para resignificar las vidas vividas pero truncas y desgarradas por el horror. Cualquiera de aquellas mujeres
desparecidas durante el terrorismo de Estado podríamos haber sido nosotras, a quienes los sueños, las esperanzas y la rabia, les fueron negadas, mutiladas, silenciadas, torturadas y desparecidas en vuelos de la muerte que trajo el cóndor carroñero.

¡No pueden estar desaparecidas!
¡Están desaparecidas!
El necrogobierno militar las quiso borrar del mapa. Pero las memorias brotan por los poros de la piel. Las memorias estallan las políticas del silenciamiento.
¡En algún lugar andarán! ¡No es posible que se las haya tragado la tierra! Las que venimos después, seguiremos tejiendo y tramando memorias por sus vidas, por las nuestras y por las que vendrán.
Las que venimos después, seguiremos preguntando ¿Dónde están?